Este tiempo pandémico ha quitado muchos derechos a las personas, especialmente a las mujeres durante sus maternidades. Poder acompañar como Doula a una mujer de parto en el hospital, es algo que ya queda muy lejos. Sin embargo, siempre cabe la posibilidad de realizar ese acompañamiento en casa hasta el momento apropiado de ir al hospital.
Lo que diga una doula respecto a su trabajo tiene poco valor si no va acompañado de testimonios sinceros que refrenden sus palabras…
"Me siento muy afortunada y
agradecida porque pude estar acompañada por Concha y eso me permitió soltar mis
preocupaciones: el cómo sería cuando me costara aguantar las contracciones, el
cómo saber y decidir cuándo ir al hospital, las ideas de cómo colocarme si yo
misma no lo veía claro, qué hacer si surgen imprevistos, si rompiese aguas, si
vienen contracciones muy irregulares, etc. Se dice rápido y ¡se vive
intensamente! Cada minuto del parto y cada día del embarazo con más o menos
preocupación, marca una diferencia abismal.
Aun teniendo un entorno que me
apoyase (pareja, familia, amigos), contar con una persona capacitada
precisamente para dar apoyo, de confianza, y con plena disponibilidad, día y
noche, fue muy enriquecedor.
Los días previos al parto, me
surgieron más dudas y nervios, y me ayudó la llamada de la tranquilidad.Tras
esos ratos de conversar, pudiendo ser totalmente franca, me sentía mucho mejor,
y volvía a encarar los días que quedaban con esa calma tan necesaria.
Así fue también en el acompañamiento
durante el embarazo. Reservar un tiempo de calidad con alguien con experiencia
para pensar en el parto y postparto es muy valioso, y me hizo estar más
centrada y tranquila cuando llegaba el final.
Cuando leía o pensaba todo lo que
podría servirme cuando llegase la dilatación (música, aceites, pelota, ponerme
una película, meditación...), me sirvió hablar con ella para concentrarme en
qué sería importante para mí, sin agobiarme poniéndome una lista de todo lo que
podría hacer, como si fuesen deberes. Miramos el espacio en mi casa; yo quería
mover una cómoda para tener espacio para la pelota en mi dormitorio, por si mi
hijo mayor estaba aún en el resto de la casa, y estuve visualizando cómo sería
mejor con ella y su experiencia; que tal vez mejor en el salón, que era más
amplio, o apartando más la cama.
Llegó el día en que empezaron las contracciones, y saber que contaba con Concha me permitió disfrutar más aún de todo el proceso.
Recuerdo que en el primer parto
me sentía un poco perdida durante los pródromos. Esta vez, ocurrió parecido, y
bastó hablar con ella por teléfono para que me recomendara distraerme y comer
mientras pudiera. También me ayudó el comentar con ella el hecho de que caminar
no me resultaba cómodo: tenía la idea de que caminar en la dilatación era
bueno; pero en mi caso sólo quería estar en la pelota y/o con las piernas
abiertas. Ella me dijo que, entonces, estaba bien si no me iba a caminar.
Parece muy obvio, pero, como en tantos otros momentos, escuchar esa
legitimación de alguien que sabe, me permitió confiar en lo que mi cuerpo me
estaba diciendo.
Saber que vendría otra etapa en
las contracciones en la que ella iba a estar en mi casa me daba fuerza
adicional, la de concentrarme sólo en el siguiente rato, sin preocuparme en
cómo sería más adelante.
Cuando las contracciones subían
de nivel y empezaba a pasarlo peor, llegó ella, y así, en su presencia, las
contracciones se hicieron más intensas y frecuentes, más efectivas.
Recuerdo mirarla con mis ojos de
niña asustada y decirle: "Esta contracción ha sido fuerte. Ya quería que
parara". Sabía que Concha iba a comprenderme sin sufrir por mí.
Fue ella quién me apresuró a ir
al hospital, y yo tenía algo de miedo a lo que quedaba, pero estaba tranquila.
Temía mucho el trayecto en el coche, por no poder poner la posición que quisiera. Pensaba que ella me propondría alguna solución, y agarrándome al reposacabezas y gritando casi como si estuviera en una montaña rusa, me sentí muchísimo mejor de lo que había imaginado, y eso me dio un montón de buena energía para lo que quedase. Que fue muy poco, porque llegamos a la puerta de urgencias en dilatación completa, tal y como yo deseaba, para que no se frenase el proceso y no hubiera intervenciones innecesarias: yo estaba tan feliz y tan sosegada que me costaba creérmelo.
Concha entregó el papeleo
mientras mi marido aparcaba, y yo pude concentrarme simplemente en buscar el
siguiente sitio al que poder agarrarme en cuclillas (que fue la parte de abajo
del mostrador).
Nos despedimos allí (puesto que
al hospital entró mi pareja) y fue precioso poder darle ese abrazo a Concha
lleno de dicha y agradecimiento, con la plena confianza de que todo saldría muy
bien. Fue precioso poder compartir ese momento con alguien a quien había podido
acercarme tanto esos meses atrás.
Apenas dio tiempo a hacerme un
tacto entre contracción y contracción. Bajé corriendo al suelo para ponerme de
rodillas agarrada a los brazos del potro, sintiendo que ya necesitaba empujar
y, así, di a luz en el suelo, gritando, con mi marido alentándome, avisando de
que ya estaba allí la cabeza, ya estaba allí mi niña.
Para mí el acompañamiento
personal es muchísimo más valioso y relevante para los bebés y para nosotras
que tantos objetos o ropas. Tener a una persona con sabiduría y experiencia
como una doula, como Concha, es un regalo único que una madre puede hacerse, a
su bebé, a su familia y a sí misma."
Lucía
Nota. Aunque Lucía ha querido compartir su experiencia, ha preferido reservar su identidad en RRSS por lo que no comparto la foto que nos hicimos las tres juntas, sino una imagen encontrada por Internet cuya autoría desconozco.
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