"Cuando contactó conmigo, Marina
estaba embarazada de 34 semanas. Era su segundo embarazo tras una pérdida
gestacional temprana. Quería un parto natural, no intervenido y para ello,
pretendía pasar el preparto en su casa y llegar al hospital casi a punto de
parir para evitar intervenciones innecesarias...
El 29 de marzo de 2021 me llamó
de madrugada, empezaba a tener contracciones y a las 7 h acudí a su casa.
Pasé la mañana con ella y su marido, en su casa, desayunando, paseando por el jardín, hasta que en pleno día, con la potente luz del sol, las contracciones disminuyeron el ritmo y me fui a casa a descansar para volver al atardecer cuando el parto comenzara a manifestarse. Tras romper aguas sobre las 3 h la dinámica se incrementó considerablemente, estaba en fase muy activa y nos encaminamos hacia el hospital. Las contracciones venían cada 3/2 minutos.
Cuando llegamos, mientras su
marido aparcaba yo hice el ingreso y después, cuando entraron al paritorio, me
marché a casa: en el hospital NO permiten el acompañamiento de más de una
persona.
Finalmente, su niña nació de
manera fisiológica sobre las 6 h de la madrugada, aunque no del todo como a
ella le habría gustado ya que, en este hospital (como en otros), venden una
cosa y luego, realizan otra. Pero este es otro tema que no concierne ahora…
Ella estaba satisfecha por cómo
se iba desarrollando su crianza. La niña mamaba perfectamente y crecía de maravilla. Mamá y papá estaban felices. Libertad es una niña
realmente hermosa.
Seguíamos manteniendo el contacto,
una relación de esas que, sin agobiar, están siempre presentes… y un día recibí
un mensaje de ella… Querían hacer una ceremonia de bienvenida a la vida para su
hija, para Libertad, una especie de ritual de bautizo pagano y para ello habían
pensado en mí, SU DOULA.
Ni que decir tengo lo honrada que me sentí y la emoción que me produjo poder llevar a cabo algo tan hermoso, aunque quiero aclarar que les dije que SÍ, no por el hecho de ser SU doula, sino porque mi parte de mujer madura con experiencia de Vida y conectada con ciertos saberes ancestrales, me permiten organizar algo así desde lo más profundo de mi corazón y mi alma de mujer, de mujer sabia por la edad y experiencia de Vida consciente y acumulada.
Solamente había un inconveniente
que tuve que solucionar de la mejor manera que supe…
Por esas fechas yo estaba
comprometida con el acompañamiento de una mujer para su parto en casa, y no
podía –ni quería- decirle que no estaría para ella en ese momento. Así es que, inmediatamente,
pensé en mi hermana Cristina con quien comparto mucho, entre otras cosas,
algunos rituales que ella, como mujer sabia también, había organizado en
determinadas ocasiones.
Hablé con Marina y le conté la
situación, le propuse que conociera a mi hermana por si llegado el momento yo
estaba en el parto. Si esto ocurría, sería
Cristina quien, con toda confianza, les llevaría el ritual adelante. Y a Marina
y a su marido, como no podía ser de otra manera, le pareció bien. Por supuesto, mi hermana estuvo encantada de
que contara con ella para algo tan bonito y peculiar… Y si llegado el día yo no estaba acompañando
el parto, el ritual lo llevaríamos a cabo entre las dos hermanas, en perfecta comunión y armonía.
Me puse manos a la obra contando
con el apoyo y las aportaciones de Cristina, redacté textos, pensamos en los
elementos para preparar un altar, en cómo hacer las ofrendas, las flores, el
bautizo con agua, los saludos a los cuatro puntos cardinales, a los vientos, a
los dioses y las diosas, a los cuatro elementos… buscamos la música apropiada
para cada momento y así, tras distintas revisiones y puestas en común con mi
hermana determinando quien haría cada cosa, quedó todo preparado para el sábado día 20 de
agosto, cuando tendría lugar el acontecimiento.
No os he dicho que Marina es
brasileña y su marido, Emmanuel, es argentino lo cual llevó a que los
invitados, familiares, amigas y amigos íntimos, vinieran, algunos, desde muy
lejos.
Creo que hay alguien superior que
maneja los hilos y en esta ocasión, lo hizo para que yo pudiera estar en el parto
y en la ceremonia de Libertad, de tal manera que la mujer que iba a acompañar
se puso de parto unos días antes de su fecha prevista… lo cual me liberaba para
poder llevar a cabo el ritual con toda la tranquilidad del mundo.
Y llegó el ansiado día. Habíamos
propuesto que todas las personas fuéramos de blanco, sobre todo la nena, los
papás, la madrina, el padrino y nosotras, las “sacerdotisas”.
No sé cómo lo hizo Marina pero
fue maravilloso ¡todas las personas habían acudido vestidas de blanco!
En el jardín de su casa había
preparado un ara, con un mantel blanco, enmarcada entre rosas blancas para montar el altar y depositar todos los
elementos. Marina y Emmanuel estaban emocionados. Libertad no hacía más que
mirarnos a todos y sonreír… Las personas invitadas, conforme iban llegando, se
iban saludando, nos saludaban aun sin saber quiénes éramos…
Reinaba la alegría y la felicidad.
Comenzamos la ceremonia y Marina
agradeció, en portugués, la llegada a todas las personas que habían venido,
como he dicho, algunas desde otro Continente.
Y me presentó a mí, SU DOULA, y dijo lo agradecida que
estaba por cómo la había acompañado durante las horas que estuvo de preparto y
la bonita relación que quedaba entre nosotras…
A continuación, presenté yo a mi hermana Cristina. Hermana de madre y padre, hermana de Vida, de confesiones, de buenos y malos momentos, hermana y compañera de rituales…
A partir de ahí, seguí yo
contando a todos los asistentes cómo Marina había parido a su hija de una
manera absolutamente fisiológica y mamífera, cómo la preparación emocional la
había conducido a un parto sin miedos, potente, animal…
Y seguimos con el orden
establecido. Las velas, la sal, el agua sobre Libertad, la música, los textos…
La participación de la madre y del padre. La participación de la madrina y del
padrino. Los pétalos de rosa blanca que vertimos sobre Libertad al terminar la
ceremonia y que llevó a la niña a mostrar su sorpresa con unas risas…
Cuando Cristina y yo terminamos
con el ritual, Marina y Emmanuel se dijeron unas palabras, un reconocimiento de
cada uno hacia el otro, un juramento de amor tan bonito que no quise evitar que
mis lágrimas se derramaran…
Tras la ceremonia, Marina y Emmanuel habían preparado un exquisito tentempié que degustamos agradecidas. Y hacia mediodía, nos despedimos de todas las personas que habían asistido dando especialmente las gracias a esta encantadora pareja por haber confiado en nosotras para algo tan íntimo y personal, una ceremonia de las que no se olvidan por muchos años que una persona viva…
He intentado transmitir mi emoción a pesar de saber que eso es imposible pues las vivencias personales son propias, las guarda con amor quien las vive, las recuerda con cariño quien las ha atravesado en primera persona.
Como he dicho antes, organizar un
ritual, no es una labor propiamente de doula, sino que me permito hacerla
porque sé, porque puedo, porque quiero, porque estoy preparada para ello,
porque no se trata de nada esotérico ni fuera de este mundo, sino de conectar
con la Naturaleza y con esa sabiduría intrínseca que acumulamos tras toda una
vida, de ir y venir, de caer en un pozo y volver a salir, tras una vida de Presencia,
Consciecia y Agradecimiento infinito.
Gracias, Marina y Emmanuel, por
seguir confiando en mí, por haberme abierto vuestra casa y vuestro corazón.
Gracias, Libertad, por verte
crecer y transmitirme tu alegría.
Gracías, Cristina, hermana, por
el amor infinito que nos profesamos.
Para finalizar, añado que comparto
fotografías y experiencias con el permiso de Marina.
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