Relato de parto: Mi segundo parto ¡ahora en casa!

 

Su marido me dijo que Mayte llevaba más de cuatro años preparando este parto, justo desde que nació su hija...

Han pasado casi seis meses desde que nació Mario. Me ha enviado el relato de su parto para que lo comparta en mi blog.  Muy agradecida por ello.

Ésta ha sido una gran experiencia de acompañamiento para mí pues, aunque todas tienen un rinconcito en mi corazón, acompañar un parto en casa cuando se trata de una mujer tan serena, tan segura, tan confiada… es un auténtico privilegio y una enseñanza de vida.

Te lo dije entonces y te lo digo de nuevo, Mayte: GRACIAS por haber escuchado a Laura cuando te habló de mí, GRACIAS por confiar en mí desde el primer momento en que nos tomamos un café y te pregunté qué podía hacer por ti, GRACIAS por abrirme tu casa, por hacer que tu marido e incluso tu hija, también depositaran en mí su confianza. GRACIAS. Por todo.

“Durante mi primer embarazo asistí a las clases de educación maternal de la matrona e hice musicoterapia, yoga y matronatación para embarazadas, pero tenía miedo y no supe ni quise pedir ayuda ni investigar mucho, confiaba (inocente de mí) en que llegado el momento todo fluiría.

Mi primer parto no fue malo, pero sé que si me hubiera sentido más acompañada hubiera tomado otras decisiones. Ahora sé que el desarrollo del parto tuvo implicaciones directas en el sueño y el nerviosismo de mi cría, y también soy consciente de que si me hubiera preparado de otra manera para tal acontecimiento (sin culparme por ello, ya que no es mi labor, sino la de los sanitarios), el posparto hubiera sido muy diferente.

Aun así, gracias a estas dificultades pude realizar grandes cambios en mi mirada hacia la crianza y conseguir un vínculo muy especial con mi hija, una conexión que me ha ayudado a evolucionar como persona y que me ha llevado a formarme y buscar información contrastada sobre los procesos propios de la mujer y las necesidades reales de la infancia.

Sabía que si en algún momento volvía a estar embarazada estaba en mi mano no volver a caer en los mismos errores.

Buscando y gracias a la recomendación de Laura Perales Bermejo (grandísima profesional), conocí a Concha, mi doula y una maravillosa persona.

Durante el embarazo ella me ha ayudado con todas las dudas que me han ido surgiendo, me ha apoyado en no firmar procedimientos informados del hospital con los que no estaba de acuerdo, aportando mi visión para intentar cambiar las cosas, ha calmado mis miedos, y en especial me ha apoyado en discernir sobre la posibilidad de tener un parto en casa, sin influir en mi decisión, pero aportando información sobre los pros y contras y dándome confianza en mí misma y mi valía como mujer y madre.

Porque sabía lo que no quería, aunque no podía imaginar cómo podía ser, finalmente, mi decisión (nuestra, con mi pareja) ha sido la más consciente que he tomado en mi vida: un parto en casa acompañada por mi marido, mi hija de 4 años, Concha y dos matronas también maravillosas: Teresa Huelga y Sandra Peiró.

Aunque lo que organizas no siempre se vuelve realidad, y la intuición de Concha sobre mi parto, al ser multípara, se confirmó: fluido y rápido.

Y un 14 de agosto, dos semanas antes de lo previsto, inició mi proceso de parto. Ya llevaba unos días muy pesada, pero es que el verano estaba siendo excesivamente abrasador.

Mientras hacía la siesta con mi hija, sentí un dolor molesto e intenso en el bajo vientre que rápidamente pasó. Ahí empezó todo aunque yo aún no lo sabía.

A pesar de tener experiencia previa, cuando mis contracciones empezaron no podía creer que mi parto había comenzado porque eran contracciones llevaderas, levemente molestas y que conscientemente dejé transitar por mi cuerpo. Llamé a Concha para explicarle cómo me sentía y después aproveché para darme un baño en la piscina con mi hija, que me ayudó a rebajar las molestias.

Ya por la noche, sin apetito, pero queriendo acompañar a mi hija en la cena, al no poder sentarme en la silla ni en la pelota es cuando fui consciente de que ya faltaba poco para tener a mi bebé en brazos.

Mi marido, algo nervioso llamó a Concha para decirle el seguimiento de las contracciones y ella vino rápidamente a casa. Él empezó a preparar todo, apartar muebles, hinchar piscina… creo que se sentía útil así, y a mí me ayudó que estuviera ocupado para yo estar conectada conmigo misma sin demasiadas intervenciones. Al principio estuve con mi hija, pero después el cuerpo me pidió intimidad, y fui al dormitorio donde podía ponerme en cuclillas o de rodillas, apoyada en la cama. En esta ocasión estaba segura de mi misma y acompañada por Concha, que de manera sutil y desde la oscuridad, controlaba las contracciones y me trasmitía su apoyo y calidez con su mano. Su presencia, discreta, en un segundo plano, me aportaba más seguridad. También sentía la ternura de mi pequeña, que ahora es ya mi mayor, viniendo a ver cómo estaba y preguntándome si me encontraba bien.

Pasado un rato, sentía que me costaba encontrar una postura en la que estuviera cómoda. Así que sentí la necesidad de levantarme. Justo en ese momento pasaba Dani por mi lado y a su paso y con la intuición de la contracción que estaba por llegar, me fundí con él en un abrazo que me ayudó a hacer fuerza para sobrellevar esta presión más intensa y que resultó en la rotura de la bolsa del líquido amniótico. Bua, qué sensación de dejar fluir tan bonita que no pude disfrutar en mi anterior parto a causa de las prisas y el miedo que me hicieron sentir a pesar de estar todo bien. Ahora todo fluía, con una mezcla de armonía, paz y rapidez, en el momento que tocaba, y sin intervenciones de personal ajeno a mí.

La rotura de aguas puso en alerta a Concha y a Dani. Ahí supe que las matronas no iban a llegar a tiempo, pero, aun así, seguía confiada. Días más tarde mi marido me confesó que se asustó tanto que estuvo a punto de llamar al 112, así que gracias Concha por acompañarle también a él.

Como seguía sin encontrar una posición en la que estuviera realmente cómoda, pedí la silla de partos. ¡Qué acierto!. La necesidad de empujar era permanente. Mi bebé estaba preparado para nacer y juntos lo estábamos consiguiendo.

La cabeza ya asomaba y el pequeño estaba realizando los últimos ajustes para terminar de salir. Dani, preparado para coger al bebé en caso de que yo no pudiera. ¡Qué maravilla, poder tocar su cabecita a punto de estar al otro lado de mi piel! Mi niña mirando la cabeza de su hermano (por unos segundos, que tampoco quería perderse el capítulo de la TV). Y entonces, en un último empujón, Mario consiguió salir resbaladizo, pequeño y precioso, como no lo hubiera imaginado nunca. Se me escapó, pero pude cogerlo pasado un simple instante, de las manos de su padre, quitarle el cordón de alrededor de su cuerpo y llevarlo a mi pecho.

¡Qué momento, que felicidad!. Un nacimiento sano, sin mucho dolor, sin intervenciones de desconocidos, segura de mi misma, acompañada por quien quería, y feliz, tan feliz de sentir que yo lo había logrado, que lo habíamos conseguido juntos.

Ahí estábamos, unidos y sintiendo su calor, lactando desde casi el primer momento, llenos de líquidos, pero impregnados de amor.

Cuando llegaron las matronas, tomaron el pulso del cordón, y como todavía latía, dejaron que mi pequeño siguiera respirando y alimentándose por partida doble.

Entonces me ayudaron a tumbarme y mientras descansaba revisaron que todo estuviera correcto.

Como no conseguía alumbrar la placenta tumbada y empezaba a pasar el tiempo establecido, entiendo que por la falta de la gravedad, me ayudaron a ir al inodoro, donde empujando conseguí al fin realizar el alumbramiento.

Ahora tocaba coser, que realmente fue lo más molesto de todo el parto (junto con ese dolor que me avisó en la siesta pero que en su momento no pude entender), a pesar de que solo fueron 3 puntos superficiales y me pusieron la anestesia adecuada.

Me prepararon un batido delicioso para recuperar fuerzas con un cotiledón de la placenta.

Y hasta aquí narro que quizá se hace ya muy extenso…

Como resumen de mi parto, solo puedo sentir agradecimiento y plenitud.

Tengo la imagen de esos últimos minutos antes de ver la cara y el cuerpo precioso de mi bebé, de Concha en lo discreto, de Dani nervioso y de mi hija emocionada en sus cortas visitas.

Una de las dudas en pareja era si queríamos que mi hija estuviera presente. Después de haberlo vivido pienso que fue una decisión de lo más acertada. No sé si ella recordará el nacimiento de su hermano en unos años, pero sé que le ha ayudado a integrar su nacimiento de una forma más natural, y que quizá, en unas décadas, le ayude a vivir sus procesos reproductivos sin tantos miedos culturales ni tabús.

A mí me emociona sentir lo que logré y lo que vivimos en familia.

Y, por último, añadir que te permitas el lujo emocional de poner una doula en tu vida desde el mismo instante en que pienses en quedarte embarazada.

¡Gracias Concha!

Pdta. Concha me dijo una vez que un parto tan poderoso no es gratuito, y es cierto, ha sido todo un proceso de aprendizaje, de esfuerzo y de introspección de la mano de especialistas como Concha, mi doula; Bea, fisioterapeuta; y Laura, mi psicóloga. Pero en especial gracias a mi marido por su apoyo incondicional a pesar de mis locuras a contracorriente, y a mi hija, que me ha enseñado y me ha transformado tanto en tan solo 5 años”

Comentarios