Mi bebé vivía dentro de mí desde hacía ya cinco meses
pero un diagnóstico médico, tan equivocado como contundente, me hizo
achacar los síntomas de mi cuerpo embarazado a otros motivos ya que “las batas
blancas” me repitieron una y otra vez “ES IMPOSIBLE QUE PUEDAS QUEDARTE EMBARAZADA”.
Hasta que un osteópata preocupado me dijo: “Ve a tu ginecóloga porque tienes el
útero inflamado”, ¡y tanto que lo tenía inflamado!
A
partir de LA noticia, mi mundo explotó. Tenía muy claro que no quería ser madre.
Ahora, tengo la certeza de que solo quiero ser mamá de Oliver, y le estoy muy
agradecida por venir a mi vida sin pedir perdón ni permiso. Sin
embargo, en ese momento necesitaba prepararme en pocos meses para el mayor
evento de mi vida.
Así
que, busqué Doula por internet. Gracias a mi profesión como sexóloga,
conocía la figura de Doula y su importancia en el acompañamiento durante el
embarazo y el parto.
Me
bastó una llamada para saber que Concha me acompañaría como necesitaba. Mi idea
era que ella estuviera pendiente de mi pareja para que él pudiera cuidar de mí,
mientras yo ayudaba a nacer a mi bebé. Ahora sé que fue una muy
buena decisión. Concha nos informó y asesoró con sabiduría y
cariño, con esa espiritualidad tan terrenal que le caracteriza. En mi
opinión, más allá de ser una contradicción, es un equilibrio perfecto para tan
importante misión.
Yo tenía pánico a parir en un hospital, pero ella me
hizo entender que todo lo que sucedería sería trabajo de mi cuerpo y de mi bebé. Me dio muchísima paz saber que, cuando todo el proceso
empezara, ella estaría cerca a golpe de teléfono.
Y así fue, en cuanto rompí aguas, nos pusimos en
contacto con ella, que por supuesto llevaba ya de guardia unas cuantas semanas
esperando a que Oliver decidiera llegar. Fue genial tener su guía respecto al
color de las aguas, el tiempo que debía pasar antes de ir al hospital, su masaje con un rebozo, y sus palabras y semblante indicando que todo estaba yendo
como debía.
Nos mandó al hospital cuando, como una maravillosa bruja, solo con leer mi cuerpo supo que el bebé no venía bien colocado (no me lo dijo en ese momento, pero después me enseñó sus apuntes) y no se equivocó. Horas después, Oliver me convirtió en mamá a través de una cesárea necesaria.
Aprovecho
este escrito para agradecer a Concha su trabajo y cuidados desde que nos
conocimos, y para reivindicar que me habría ahorrado dolor físico si la
hubieran dejado entrar en el paritorio del hospital junto a mi pareja, y a él
le habría aportado la calma que necesitas cuando ves a tu amor en esa situación
tan vulnerable.
Gracias,
Concha, por tu entrega y por lograr que la triada papá, mamá y bebé
estuviera centrada en lo verdaderamente importante.
Comentarios
Publicar un comentario
Dime tu OPINIÓN, por favor, me interesa y mucho
Si no usas ninguna cuenta, ELIGE la opción Nombre/URL, luego ESCRIBE tu nombre o nick y deja en blanco URL.
Dale a continuar, escribe tu comentario, pincha en PUBLICAR un comentario...
Gracias.