Hacía nueve meses que no
acompañaba un parto en un hospital público. El último tuvo lugar precisamente
en este mismo hospital…
El pasado viernes día 14, San Valentín, acompañé el parto más difícil en los catorce años que soy doula. Por la situación fisiológica de la madre al tener un riesgo alto de preclampsia y, emocionalmente, por tratarse del nacimiento de mi nieta, hija del pequeño de mis hijos.
"Muchas emociones a flor de piel necesarias de acompañar, validar y contener. A ellos dos y a mí misma"
No voy a dar todos los detalles del proceso, sólo algunos para manifestar mi agradecimiento a las personas que lo hicieron posible tal y como ocurrieron los hechos.
A las matronas, por su cuidado y
cercanía, el buen trato y el respeto durante las horas de la inducción y el
parto. También a las ginecólogas que, además, aplicaron con perfecta eficacia
los protocolos y la medicación adecuada. A todo el personal que intervino, incluyendo pediatras. No soy médico, ni personal sanitario,
aunque he acompañado muchos partos y tengo suficiente información para saber
cuándo las cosas están bien hechas.
Partiendo de cero las inducciones al parto suelen necesitar muchas horas. Son largas, cansadas, intensas, agotadoras, frustrantes...y no siempre terminan con el mejor final, con el final deseado por la madre. Sin embargo, en este caso tanto el balón vaginal como la oxitocina sintética cumplieron el cometido para lo que deberían estar diseñadas: facilitar el mejor de los resultados de la forma menos agresiva.
Y así fue. Esta bendita mujer-madre hizo un trabajo increíble: a pesar de todos los cables que salían de su cuerpo, a pesar de la tensión arterial que alcanzó los niveles máximos soportables, de la brutalidad de sus contracciones causadas por la oxitocina sintética y del uso de epidural (que no quería utilizar), mi nieta nació en ¡seis horas! En semana 37. Pequeñita. Perfecta. Preciosa...
Fueron seis horas de muchísima tensión interna, de palabras amables, de abrazos y ánimos, de ojos empañados, de confiar sin cuestionar. Seis horas mirando el semblante de mi hijo, abrazádola a ella, mirando los monitores en constante sobresalto, de respiración profunda y consciente para desacelerar mi corazón y finalizar con una explosión de llanto al nacer la bebé y comprobar que, las dos, estaban bien.
"Ha sido la excepción en algo que debería ser la norma. Por eso mi agradecimiento infinito a las personas que hicieron posible mi presencia allí durante todo el tiempo, a la Cadena de Favores que ha permitido este desenlace.
Una vez ha pasado todo, con los
recién estrenados padres y su criatura en la habitación de planta, ya en calma,
en mi casa y con una contractura que me sube desde la espalda hasta el cráneo,
vuelvo a dar gracias a la Vida por seguir dándome tanto.
Mi agradecimiento eterno a Carmen
María y a Rosana, ambas matronas, quienes facilitaron que esto pudiera ocurrir.
Y
a María, mi nuera, y a Pau, mi hijo, por pedirme que estuviera con ellos. Soy
una madre, una suegra, muy, muy afortunada. Y os amo infinito.
Fotografías publicadas con el permiso de los padres
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